Laurentius era el nombre latino de un diácono español nacido en Huesca, España, el año 225 dC. Lo mataron en Roma, en una parrilla, el 10 de agosto de 258. Fue el tesorero del papa, y se encargaba de aumentar las rentas y tesoros de la iglesia. Al morir el papa, el prefecto de Roma pidió los tesoros a Laurentius, que se negó y quiso engañar al prefecto llevando a los cristianos más miserables, diciendo: "este es el verdadero tesoro de la iglesia", pero el prefecto no se dejó engañar y lo envió a morir en la parrilla.
El tesorero del papa prefirió la muerte a entregar los tesoros.
Cuando los españoles impusieron un santo a cada pueblo y provincia del Perú, a Marca le tocó Laurentius, que luego de su muerte fuera conocido como Lorenzo. Los curas utilizaron la misma leyenda en todos los pueblos para imponer al nuevo santo: milagros, apariciones y relatos de que Lorenzo, o su imagen o estatua, quería quedarse en el pueblo y por tanto era decisión divina.
Millones de peruanos que se opusieron a las nuevas divinidades fueron masacrados; se les lanzaba a los perros, se les cortaba la nariz, las orejas, la lengua, los brazos, para que sus hijos y nietos fuesen más sumisos.
En la actualidad, los descendientes celebran a sus patrones católicos con fiestas anuales, adornan las estatuas y les rinden culto, gastan en cientos de cajas de cerveza y abundante comida. En Marca se llama San Lorenzo, y su fiesta ha reemplazado la danza del Inca y las pallas. Otras estatuas católicas también han reemplazado a las fiestas tradicionales: la virgen del Carmen y el corpus christi, por ejemplo, han reemplazado a los carnavales, los negritos, los huancos, etc.
En la foto, imagen de Laurentius, actual san Lorenzo, en su rico traje de tesorero, pintado por Murillo en el s.XVII.
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